Ahorrar es un hábito financiero fundamental. Sin embargo, una de las dudas más comunes que surge una vez se ha conseguido acumular cierta cantidad es: ¿qué hacer con el dinero ahorrado?
Mantener los ahorros en efectivo puede parecer una solución sencilla, pero no siempre es la más conveniente, especialmente si se tiene en cuenta la pérdida de valor del dinero con el paso del tiempo debido a la inflación. Por eso, una de las primeras decisiones importantes es dónde depositar ese dinero para poder gestionarlo de manera más eficiente y, en algunos casos, incluso obtener cierta rentabilidad.
En este artículo repasamos algunas de las alternativas más habituales para administrar el dinero ahorrado: cuentas corrientes, cuentas de ahorro, cuentas nómina y depósitos bancarios. Todas ellas tienen características propias, ventajas y limitaciones que conviene conocer antes de tomar una decisión.
La cuenta corriente es, probablemente, el producto bancario más utilizado y conocido. Se trata de una cuenta destinada principalmente a gestionar el dinero del día a día.
Con una cuenta corriente se pueden realizar operaciones habituales como ingresos, retiradas de efectivo, transferencias o domiciliación de recibos. La principal ventaja es que el dinero está disponible en todo momento.
En el contexto del ahorro, una cuenta corriente ofrece liquidez inmediata, lo que la convierte en una opción cómoda para quienes necesitan disponer de su dinero en cualquier momento. Sin embargo, este tipo de cuenta no suele generar rentabilidad sobre los fondos depositados, si bien en los últimos años hay determinadas promociones que si remuneran el saldo en cuenta.
En resumen, las cuentas corrientes permiten guardar el dinero y gestionarlo fácilmente, aunque no suelen ser la mejor opción si se busca obtener intereses por los ahorros a lo largo del tiempo.
La cuenta de ahorro es una alternativa intermedia entre la cuenta corriente y el deseo de obtener cierta rentabilidad por el dinero depositado.
A diferencia de la cuenta corriente, la cuenta de ahorro está diseñada específicamente para fomentar el ahorro. Su principal característica es que ofrece un tipo de interés, generalmente modesto, que permite obtener un pequeño rendimiento sobre el saldo mantenido en la cuenta.
Otra diferencia es que las cuentas de ahorro suelen estar vinculadas a ciertos requisitos, como mantener un saldo mínimo o limitar la disponibilidad inmediata de los fondos. No obstante, siguen ofreciendo alta liquidez, lo que significa que el cliente puede disponer de su dinero de forma relativamente sencilla en caso de necesidad.
En definitiva, la cuenta de ahorro combina la gestión sencilla de una cuenta corriente con la posibilidad de obtener un rendimiento moderado.
Otra opción habitual a la hora de decidir qué hacer con el dinero ahorrado son las cuentas nómina. Se trata de cuentas corrientes en las que el cliente domicilia sus ingresos regulares, como el salario o la pensión.
Las cuentas nómina funcionan como una cuenta corriente convencional, pero suelen estar asociadas a ciertas ventajas adicionales, como:
La característica principal es que exigen el compromiso de domiciliar un ingreso recurrente. Esta condición puede resultar interesante para quienes buscan centralizar sus finanzas y disponer de beneficios asociados.
No obstante, al igual que con otros productos, las condiciones pueden variar según la entidad y es importante revisar con detalle los requisitos antes de abrir una cuenta nómina.
Los depósitos bancarios representan otra opción común para gestionar el dinero ahorrado. Se trata de productos en los que el cliente entrega a la entidad una cantidad de dinero durante un plazo determinado, a cambio de recibir un interés pactado.
La principal característica de los depósitos es que ofrecen una rentabilidad conocida de antemano, y en la mayoría de los casos el importe se devuelve al vencimiento junto con los intereses acordados.
No obstante, los depósitos presentan una limitación clara: la falta de flexibilidad. Durante el plazo acordado, el dinero no suele estar disponible sin penalización. Esto los convierte en una opción más adecuada para quienes no necesitan liquidez inmediata y prefieren asegurar un rendimiento fijo.
Aunque las cuentas corrientes, las cuentas de ahorro, las cuentas nómina y los depósitos son opciones habituales, la elección depende de varios factores generales que conviene tener en cuenta:
En cualquier caso, lo más importante es contar con la información suficiente para tomar decisiones con conocimiento de causa.
Al plantearse qué hacer con los ahorros, es habitual caer en algunos errores de interpretación:
La pregunta “qué hacer con el dinero ahorrado” no tiene una única respuesta válida para todos, ya que depende de factores como el plazo, la necesidad de liquidez o el interés en obtener rentabilidad.
Las opciones más comunes —cuentas corrientes, cuentas de ahorro, cuentas nómina y depósitos— ofrecen distintos grados de accesibilidad al dinero y posibilidades de obtener un rendimiento.
Lo más importante es conocer cómo funciona cada alternativa, entender sus características y tomar decisiones basadas en información clara y contrastada. En caso de duda, puede ser útil consultar con un profesional especializado antes de comprometer los ahorros en un producto concreto.
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