Cuando una persona fallece y deja bienes a sus herederos, no basta con aceptar esa herencia y seguir adelante. En España, como en muchos otros países, existe un tributo que se aplica en ese proceso: el Impuesto sobre Sucesiones. Aunque no siempre se habla de él, su impacto puede ser considerable, especialmente si no se ha planificado con antelación.
Aceptar una herencia implica también asumir sus consecuencias fiscales. Conocer cómo funciona este impuesto y qué factores influyen en su cuantía es clave tanto para quien va a recibir una herencia como para quien desea organizar la transmisión de su patrimonio. En este artículo te explicamos con claridad qué es el Impuesto sobre Sucesiones, cuándo se paga, cuánto puede suponer y qué puedes hacer para gestionarlo mejor.
El Impuesto sobre Sucesiones es un tributo que deben pagar las personas que reciben bienes o derechos como consecuencia del fallecimiento de otra persona. Es decir, cuando alguien hereda, ya sea dinero, una vivienda, acciones o cualquier otro tipo de patrimonio, tiene que tributar por ello.
Este impuesto no recae sobre la masa hereditaria en sí, sino sobre cada heredero de forma individual. Lo que significa que cada persona que hereda paga en función de lo que recibe, de su relación con el fallecido, y del patrimonio previo que tenga el propio heredero. No es lo mismo heredar de un padre que de un tío lejano, ni recibir 5.000 € que 500.000 €.
La clave está en que este impuesto no es igual en toda España. Al estar cedido parcialmente a las comunidades autónomas, cada región puede aplicar reducciones, bonificaciones o tipos impositivos distintos. Esto hace que, en la práctica, el coste de heredar varíe significativamente de un territorio a otro.
Tras el fallecimiento de una persona, los herederos disponen de seis meses para presentar el impuesto de sucesiones ante la administración correspondiente. Este plazo puede ampliarse por otros seis meses si se solicita antes de que venza el plazo inicial, aunque esa prórroga no exime de pagar intereses.
Para liquidar el impuesto, es necesario presentar cierta documentación: certificado de defunción, testamento (si lo hay), escritura de aceptación de la herencia y el inventario de bienes y deudas, entre otros. Todo esto sirve para calcular el valor real de lo heredado.
Una cuestión importante es que no se tributa automáticamente por heredar. Primero hay que aceptar formalmente la herencia. En ese momento, los bienes pasan a formar parte del patrimonio del heredero y es entonces cuando se devenga el impuesto. También se puede renunciar a la herencia, lo que evita cualquier obligación fiscal… aunque también se pierde el derecho a los bienes.
El Impuesto sobre Sucesiones no tiene un importe fijo. Depende de varios factores que se combinan entre sí:
Como ejemplo, heredar 100.000 € de un padre en Madrid puede suponer un coste muy bajo o incluso simbólico. En cambio, esa misma cantidad, heredada por un sobrino en otra comunidad, puede generar una obligación fiscal mucho más elevada.
Además, en determinadas situaciones (herencia de vivienda habitual, empresa familiar, explotaciones agrarias, etc.) se pueden aplicar reducciones específicas que ayudan a rebajar la carga fiscal.
Una de las características más complejas del Impuesto sobre Sucesiones en España es su variabilidad territorial.
Aunque existe una normativa estatal común, cada comunidad autónoma puede aplicar bonificaciones propias.
En la práctica, esto significa que una herencia puede tributar de forma muy distinta según dónde vivas o dónde residía el fallecido. Por ejemplo:
Este modelo autonómico introduce desigualdades que conviene tener en cuenta, especialmente a la hora de planificar una herencia o valorar su aceptación.
Aunque no siempre se puede evitar el Impuesto sobre Sucesiones, sí es posible planificar con tiempo para reducir su impacto. Algunas estrategias habituales son:
El Impuesto sobre Sucesiones es una realidad que forma parte del proceso hereditario en España. Aunque puede parecer complejo, entender sus claves básicas —quién paga, cuánto, y cómo se calcula— permite tomar decisiones más informadas y, sobre todo, anticiparse a posibles complicaciones.
No todas las herencias tributan igual, y el lugar de residencia o la relación con el fallecido pueden cambiar mucho el resultado final. Por eso, más allá de la emoción que suele acompañar a estos momentos, conviene actuar con previsión.
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