Friederike Otto: necesitamos más educación

Sostenibilidad

Friederike Otto: necesitamos más educación

Nacida en Alemania y actualmente residente en Oxford (Reino Unido), Friederike Otto es una destacada científica en el campo de la investigación climática. Esta entrevista es un llamamiento urgente a hacer mucho más para protegernos de los fenómenos meteorológicos extremos.

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Un calor que bate récords y abrasa Canadá, más de 30 tornados simultáneos que siembran el caos en Estados Unidos, incendios forestales que calcinan buena parte de la zona mediterránea, inundaciones que asolan pueblos y ciudades de la Europa central: millones de personas de todo el mundo han sufrido fenómenos meteorológicos extremos en los últimos meses. No parece que se vaya a quedar usted sin trabajo…

Por desgracia, así es.

¿Con qué actitud afronta usted esta información? ¿Con desapego científico, con curiosidad o con pesadumbre?

Sin duda, con una mezcla de todo ello. Incluso para mí, sigue siendo impactante. Sin embargo, lo que me resulta más chocante es que, en muchos casos, no nos hemos adaptado lo más mínimo al clima que habría-mos tenido aunque no hubiese cambio climático. En mi opinión, el acontecimiento reciente más significativo ha sido la sequía y la posterior hambruna en el sur de Madagascar, que los medios de comunicación no han cesado de vincular al cambio climático.

El gobierno y las Naciones Unidas se apresuraron también a señalar al cambio climático como responsable.

Y, no obstante, no fue así. Nuestros cálculos nos permiten determinar que el cambio climático no tuvo que ver con la hambruna. La ausencia de lluvias que ha experimentado Madagascar no se ha agravado de forma significativa como consecuencia del cambio climático antropogénico.

Entonces, ¿qué la causó?

La hambruna se produjo porque la población es extremadamente pobre y el país carece de infraestructuras. No hay prevención ni resiliencia ni a las más mínimas fluctuaciones en la variabilidad natural del sistema climático. Un motivo más para que los fenómenos meteorológicos extremos que sí están relacionados con el cambio climático nos lleven a adaptarnos allí donde podamos. Lo curioso es que casi todo el debate sobre el clima se centra en limitar el cambio climático futuro. Y eso es importante, por supuesto. Pero no podemos permitirnos olvidar que también nosotros debemos adaptarnos. Para mí, éste es el aspecto más frustrante de todo lo que está ocurriendo.

En 2020 se publicó la versión inglesa de su libro Angry Weather, en el que explica su contribución a la investigación científica. Dicha investigación ayuda a determinar cuándo y en qué medida un fenómeno meteorológico extremo está relacionado con el cambio climático. ¿Está satisfecha con la respuesta a sus hallazgos desde su publicación?

El discurso público acerca del cambio climático ha mejorado mucho, pero sigue habiendo momentos en que se excede. A la gente le sigue gustando hablar del cambio climático, pero no del hecho de que la vulnerabilidad actual también desempeña un papel muy importante.

Entonces, según usted ¿la adaptación (es decir, adaptarse al clima extremo) no está tan presente en el proceso político cotidiano como el apoyo a los esfuerzos de protección medioambiental?

Efectivamente. En Glasgow volvimos a escuchar una vez más a los líderes políticos del Norte Global decirnos que el cambio climático es un problema para el futuro y que es una cuestión básicamente de justicia intergeneracional; esto es, para que el nieto de Frans Timmermans, el comisario europeo de Acción por el clima, no lo pase mal. Sin embargo, ¿qué pasa con todos los daños que se han infringido ya al planeta a causa de nuestra no adaptación? Esta cuestión no ha sido abordada seriamente.

Mucha gente parece tener claro que debemos plantearnos una transformación de nosotros mismos para proteger el clima. La pregunta es, ¿qué tiene que pasar para que podamos avanzar en esa adaptación?

Son muchas las cosas que deben cambiar. La formación y el flujo de información entre las agencias necesitan un cambio inmediato. Además, debemos comprender el impacto que el cambio climático está teniendo a escala local en la actualidad. Nadie tiene que morir por una ola de calor. No obstante, las olas de calor son, con diferencia, los fenómenos meteorológicos extremos más letales en Europa y Norteamérica. Y eso es así a pesar de que sabemos qué hay que hacer para evitar que se produzcan muertes durante una ola de calor, pero es obvio que esas muertes solo se pueden prevenir si los responsables de la planificación y la prevención saben qué hacer durante una ola de calor y a qué prestar realmente atención.

¿Nos podría poner algunos ejemplos?

Parece irrelevante, pero beber mucha agua es una medida preventiva fundamental durante una ola de calor, porque es necesario mantener la temperatura corporal baja. Por desgracia, mucha gente sigue sin ser consciente de ello. Y debemos asegurarnos de que la gente con afecciones previas y sin refrigeración en su vivienda (quizás porque viven en casas con un mal aislamiento) sea trasladada a otro lugar. Por su parte, las autoridades locales podrían también alterar el microclima de las urbes y garantizar temperaturas más tolera-bles de forma relativamente rápida plantando árboles.

Sigamos hablando de la transformación de las ciudades para conseguir esta adaptación al clima. ¿En qué punto estamos?

No veo una voluntad real de modificar nuestras ciudades para permitir una forma de vida neutra desde el punto de vista climático ni para responder de manera inmediata a los efectos del cambio climático. Incrementar el número de espacios verdes y un mejor aislamiento de las viviendas ayudaría en ambas cuestiones.

Muchas grandes ciudades alemanas, por ejemplo, se han centrado en generar densidad como un primer paso hacia la resolución del problema de la escasez de viviendas.

Es algo que no me parece muy sostenible. Las ciudades densas cubiertas de hormigón y asfalto se calientan mucho más que aquellas con una menor densidad de edificaciones. Aquí, en Gran Bretaña, las casas se siguen construyendo con un mal aislamiento y con sistemas de calefacción que dependen de combustibles fósiles porque lo que se persigue es una solución rápida al problema de la vivienda.

«Los que no realicen inversiones inocuas
para el clima podrían sufrir una catástrofe»
Friederike Otto

   

Entonces, cuando critica la educación, se refiere a que es necesario conseguir una mayor concienciación también entre los que aprueban estas medidas relacionadas con la construcción.

Sí. La educación no es solo algo que tiene que ver con las escuelas. Uno de los esfuerzos más importantes que debemos hacer es garantizar que todas las agencias tengan un conocimiento real a todas las escalas. Si uno quiere realmente lograr una transformación, es necesario saber dónde va a ser más complicado realizar cambios.

Como en el caso de la expansión de las energías renovables, ¿será capaz la economía de beneficiarse de la adaptación al clima?

El sector de la construcción seguro que sí. Y, por supuesto, el sector financiero también (de hecho, ya lo está haciendo). Los que no realicen inversiones inocuas para el medioambiente podrían sufrir catástrofes. El sector agrícola también deberá adaptarse. En la zona mediterránea, donde cada vez hay más sequías, habrá que garantizar las cosechas, y esta región no va a poder garantizar la continuidad de sus prácticas agrícolas es-tándares sin aumentar el riego.

Usted ha participado en el Informe mundial sobre el clima. Dicho informe incluye varias rutas para lograr reducciones del CO2. En algunos cálculos se toman en consideración tecnologías futuras que nos van a permitir, por ejemplo, capturar CO2 de la atmósfera. ¿Hasta qué punto es factible?

Así es. En los cálculos se han incluido varios procesos de captura de carbono que pueden recapturar el dióxi-do de carbono. Estas tecnologías ya existen, pero no a una escala que permita marcar la diferencia.

¿Cree que deberemos recurrir a estas tecnologías?

Si las emisiones globales de CO2 siguen aumentando al ritmo en que lo están haciendo actualmente, vamos a necesitar emisiones negativas, lo que significa que deberemos extraer CO2 de la atmósfera para contener el calentamiento por debajo de los dos grados.

Se define como una optimista empedernida, incluso cuando hablamos de salvar el clima. ¿A qué se aferra?

¡No a la tecnología! Por el contrario, al hecho de que hemos logrado numerosísimos avances en la sociedad, especialmente si pensamos en el último siglo. No hace tanto que el crecimiento de la población mundial se consideraba uno de los principales problemas. Sin embargo, el ritmo del crecimiento demográfico se está ralentizando. En el futuro próximo, esto ya no será un problema.

¿Cómo se ha conseguido?

La calidad de vida ha mejorado en casi todos los países del planeta, incluidos (especialmente) algunos de los más pobres. La prosperidad, una mejor higiene y una mejor atención médica han provocado una reducción de la mortalidad infantil y, en consecuencia, menos nacimientos. Otro aspecto es la mayor educación de las mujeres y el mayor número de mujeres trabajadoras. Una mayor igualdad de oportunidades y un incremento de la inversión en dicha igualdad tendrá un efecto en la lucha contra el cambio climático que no conviene infravalorar. Opino que la ralentización del crecimiento demográfico es un ejemplo buenísimo de cómo pueden cambiar las cosas para mejor en un periodo de tiempo relativamente corto.

La autora estadounidense Katharine Wilkinson ha sugerido que la Tierra solo podrá salvarse si generamos más igualdad, tanto en los países en desarrollo como en los países occidentales ricos.

Estoy de acuerdo. Pero no porque las mujeres sean mejores personas o tengan mejores ideas, sino porque necesitamos un verdadero cambio en cómo abordamos la actividad económica. Esto va a ser cada vez más difícil de conseguir si las preguntas relativas a cómo invertimos el dinero, qué proyectos promovemos y quiénes ocupan las posiciones de liderazgo se responden valorando si la otra persona tiene exactamente el mismo aspecto que tú. No se puede ignorar el incremento de la diversidad.

Sobre Friederike Otto
La física e investigadora climática Friederike Otto dejó la Universidad de Oxford para incorporarse al Imperial College de Londres en 2021. Junto al recientemente fallecido climatólogo Geert Jan van Oldenborgh cofundó la investigación sobre la atribución, que nos permite calcular la contribución del cambio climático a los fenómenos meteorológicos extremos. Esta investigación determinó que en Europa, en función de la ubicación, la probabilidad de que aumenten las olas de calor se va a multiplicar por entre dos y diez. Otto ha sido reconocida en todo el mundo por estos hallazgos. Revistas como Time o Nature la incluyen entre las personas más influyentes en temas medioambientales a escala mundial.

   

Texto: Martin Häusler; Ilustración: Paula Sanz Caballero.

Artículo publicado en la revista WERTE#25, magazine para clientes de Deutsche Bank Wealth Management.

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