Tendencias & Actualidad // 10 de marzo de 2022

Por qué vamos a seguir pagando las materias primas


La guerra y la excesiva dependencia energética europea contribuirán a que la inflación de los alimentos, los minerales o la energía se mantenga vigorosa.

El precio de la energía llevaba un tiempo avanzando al galope antes de que Vladímir Putin anunciase la invasión de Ucrania el pasado 24 de febrero. Concretamente, el Brent, el barril de crudo de referencia en Europa, había despegado de los 55 dólares a los casi 80 dólares en 2021. El poder de la recuperación económica, a lomos de los planes de estímulo que intentaban devolvernos a corto plazo a la normalidad previa a la pandemia, había creado tensiones en el mercado, y la inflación había sido una de sus consecuencias.

Después, tanto la inminencia de la guerra como la entrada del ejército ruso en Ucrania han servido de combustible para una escalada aún mayor de los precios. El 18 de enero, Estados Unidos reconoció abiertamente que el ataque podía producirse “en cualquier momento” y, desde esa fecha hasta ahora, el barril de Brent ha ‘volado’ de menos de 90 a más de 110 dólares.

La Unión Europea tenía y tiene todas las papeletas de sufrir con especial virulencia el impacto de esta crisis y, al mismo tiempo, no puede aplicar todas las medidas que ya están poniendo en marcha otros países que dependen menos de Rusia. Es improbable que el bloque comunitario siga los pasos de Reino Unido y Estados Unidos a la hora de congelar, por ejemplo, las importaciones de crudo y gas rusos, porque Rusia supone el 40% de las importaciones europeas de gas y el 20% de las importaciones de crudo. Además, si se paralizan las compras de gas ruso, la competencia por hacerse con el gas licuado internacional será mucho mayor, y los precios subirían aún más.

El margen internacional para mitigar el poderoso impacto, que ya está empezando a recibir Europa, es muy estrecho. El peso del gas ruso es enorme y el gas natural licuado de otras localizaciones no puede reemplazarlo, porque es demasiado escaso. Aunque la OPEP y Estados Unidos incrementen la producción de crudo (la OPEP está produciendo hoy por debajo de los objetivos) y se reduzcan o se eliminen las sanciones a Irán, es imposible compensar la escasez de oferta. Además, las compañías todavía no han restablecido sus inventarios, muy debilitados primero por la caída de la producción industrial durante el inicio de la crisis pandémica y, después, por una recuperación de la demanda que casi nadie esperaba tan frenética. Por todo ello, esperamos que el precio del crudo siga superando dentro de un año los 100 dólares por barril.

Y la energía solo es una parte fundamental de la embestida económica que va a sufrir Europa con la guerra en Ucrania. Rusia posee el 44% del paladio mundial, el 14% del platino (ambos necesarios para los catalizadores de los coches) y el 6% del aluminio y el níquel. Al mismo tiempo, los rusos producen el 16% de los girasoles y el 17% del trigo a nivel mundial, mientras que Ucrania genera el 51% del maíz del mundo, el 30% de los girasoles y el 12% del trigo.

Si ya antes de Navidades, cabía prever que los elevados niveles de inflación en Europea no iban a volver a la normalidad tan pronto como se esperaba, la guerra en Ucrania parece la confirmación que de seguirán altos durante mucho tiempo. Y ahora la pregunta que debemos formularnos es cuáles van a ser las consecuencias económicas.

Pese al efecto negativo que esto obviamente supone para el consumo, nuestro escenario base es que Europa conseguirá eludir la recesión. Podría sufrir el revés de un segundo trimestre negativo, pero luego la actividad remontaría gracias al apoyo fiscal: más gasto en defensa, más inversión en infraestructuras (la transición energética se acelera en parte para compensar, al menos a largo plazo, la dependencia del gas y el petróleo rusos) y más apoyo a las familias afectadas por estos altos costes de la energía. Prevemos un crecimiento de la zona euro por encima del 2,5% en 2022 pero asumiendo, eso sí, que la guerra tardará solo semanas en acabar y que no se producirá una disrupción total en el suministro de energía.



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