30 de abril de 2019

Gestión activa frente a Gestión pasiva, dos formas de invertir beneficiosas para el ahorrador

 
Conseguir el mejor resultado en las inversiones es el objetivo de cualquier gestor. Para lograrlo no solo existe una gran variedad y número de activos donde elegir, también dos grandes filosofías de inversión, la gestión activa y la gestión pasiva. Hay defensores acérrimos de una u otra forma de inversión, pero lo cierto es que ambas tienen ventajas y en su complementariedad es donde el ahorrador puede conseguir mejores resultados.

El primer punto principal es conocer qué son cada una de estas formas de inversión y sus diferencias:

En la gestión activa un equipo de profesionales analiza las posibilidades de inversión y compra y vende activos según las expectativas que tenga de su evolución, buscando aquellas oportunidades en las que espere conseguir un mejor resultado.

Por el contrario, la gestión pasiva se limita a replicar la composición de un determinado índice (IBEX 35, Dow Jones 30, Nikkei 225, etc.) generalmente a través de fondos cotizados o ETF. Las únicas compras y ventas se producen cuando cambia la composición del índice o su ponderación, algo que se produce muy pocas veces al año. Dentro de la gestión pasiva se incluyen los Robo Advisors, una solución de inversión automatizada basada en un reajuste automático de carteras empleando algoritmos y que utiliza como vehículo de inversión precisamente los fondos cotizados o ETF. Estas dos formas de inversión, con sus ventajas e inconvenientes, no deben ser vistos como algo antagónico, todo lo contrario, sino como una oportunidad de aprovechar todos sus puntos a favor.

1. Coste de productos

Los fondos de inversión indexados, al limitarse a replicar lo que hace su índice de referencia, tienen unos gastos menores que repercuten al cliente en unas comisiones más bajas. En la gestión activa, al existir un equipo gestor los costes son teóricamente superiores pero tienen la ventaja de ser mucho más flexibles, dado que al contar con gestores profesionales estos pueden seleccionar de forma proactiva qué sectores/activos pueden ser más atractivos en cada momento. Esta gestión profesional debería justificar estos mayores costes.

Además, si utilizas como vehículo de gestión pasiva un Robo Advisor pueden existir otros costes que el cliente debe tener en cuenta. Entre estos están las comisiones por el alta o baja de la cuenta, comisiones por incremento o reducción de la inversión o incluso gastos por transferencia si ingresas o retiras parte de tus fondos, especialmente si este servicio de Robo Advisors está domiciliado fuera de España.

2. Personalización de la inversión

La gestión pasiva se centra en un modelo de inversión a priori mucho más rígido. Un Robo Advisor, por ejemplo, ajusta su inversión en ETF según un determinado perfil asignado a un grupo de clientes, lo que permite menos opciones de cambio y personalización.

En este punto, la gestión activa es más flexible ya que un gestor puede actualizar cambios en las necesidades de su cliente de forma más rápida, adecuarse a las peticiones o necesidades del inversor e incluso diseñar una estrategia basada en varios objetivos o metas, con posibilidades tan distintas como rentabilizar liquidez a corto plazo o crear un capital para la jubilación.

3. Plazo de inversión, diversificación y control de riesgo

En la gestión pasiva, tanto si es por compra directa de ETF como si es a través de un Robo Advisor, al replicar índices, su enfoque estratégico es claramente a largo plazo. En el caso de inversión automatizada, lo hace ajustando la inversión al nivel de riesgo asignado con anterioridad. El resultado es igualar la rentabilidad obtenida por los índices, sea positiva o negativa. Por el contrario, en la gestión activa se busca batir al mercado basándose en los conocimientos y experiencia de su equipo gestor. Para ello modifica su estrategia cuando lo necesita, cambia de sectores, regiones, divisas, empresas, etc. Además, su enorme gama de productos permite diversificar mejor y crear carteras más equilibradas.

El resultado es que la inversión pasiva es un producto más pensado para inversiones en el medio o largo plazo y con la gestión activa existen más posibilidades de aprovechar mercados volátiles o de indefinición e incluso momentos bajistas del mercado.

Una inversión complementaria con la gestión activa

Con la gestión pasiva tenemos una inversión barata, enfocada en el control del riesgo y con objetivos preferentemente a largo plazo. Este modelo de inversión es complementario con la gestión activa que ofrece un mayor grado de personalización, la posibilidad de modificar más fácilmente los objetivos de inversión que determina el cliente y una amplia gama de activos en los que elegir.

En definitiva, gestión pasiva y gestión activa se complementan con el objetivo ambas de conseguir los mejores resultados para el inversor.

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