1 de diciembre de 2020

Economía azul: así alimentará la financiación privada la sostenibilidad de los océanos


Las industrias y los ecosistemas oceánicos son cruciales para preservar los empleos y el bienestar quedan grandes retos por delante para protegerlos mejor con la ayuda del capital privado.

El Banco Mundial define1 la economía azul como “el uso sostenible de los recursos de los océanos para el crecimiento económico, la mejora de los medios de vida y el empleo, al tiempo que se preserva la salud de los ecosistemas oceánicos”.

La importancia de este tipo de economía se observa mejor si tenemos en cuenta que, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)2, concentra 24,2 billones de dólares en activos y genera un rendimiento de unos 2,5 billones de dólares anuales. Y eso sin tener en cuenta el casi incalculable valor económico y no económico de unos ecosistemas oceánicos que preservan la biodiversidad y moderan las temperaturas para que el mundo sea un lugar habitable.

Los océanos producen3 un 50% del oxígeno mundial y absorben el 30% de las emisiones de CO2 y un 93% del calor derivado de los cambios en la atmósfera, según la Administración Nacional de Asuntos Oceanográficos y Atmosféricos de Estados Unidos. Si este calor no se hubiera absorbido, las temperaturas globales medias se habrían disparado en casi 56 grados centígrados. 

A pesar de eso, el deterioro marino no ha dejado de agravarse por el continuo desarrollo de la explotación económica de las aguas y el avance de calentamiento.  Un informe reciente4 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que los efectos del cambio climático sobre la salud de los océanos podrían tener un coste para la economía mundial de 428.000 millones de dólares anuales en 2050 y de casi dos billones anuales en 2100. Otro desafío importante es que no existe un régimen supranacional que se encargue de la gestión de los recursos comunes. 

Aunque la situación es ciertamente compleja, eso no significa que no se puedan explorar unas vías que nos permitan afrontar, cada vez mejor y paso a paso, estos retos tan inmensos. Y para ello, como indica la última publicación de Deutsche Bank “Entender la economía azul”, necesitaremos todo el capital que podamos reunir, tanto público como privado.

Según el informe, un 80% de la financiación para la biodiversidad proviene de mecanismos que no son de mercado, principalmente del sector público, y depende de la normativa para su implementación. Si se desplegasen mecanismos fiables a largo plazo para facilitar un incremento continuado de la inversión privada, ésta podría moderar la naturaleza cíclica del gasto público (los compromisos políticos vienen y van) y espolear la innovación.

Otra forma de atraer capital privado sería apuntalar la coordinación de los distintos agentes del sector público en materia de impuestos, subvenciones e incentivos económicos. Las asignaciones presupuestarias del gobierno, la ayuda oficial al desarrollo, las reformas de las subvenciones y los canjes de deuda por actividades de conservación de la naturaleza no siempre están bien alineados.

Más y mejor información

Los inversores, además, necesitan que se refuerce la transparencia en las subvenciones pesqueras. Si queremos seguir progresando en la eliminación de los subsidios que contribuyen a una pesca excesiva, es imprescindible que todos los países se organicen para poner orden en estas ayudas y ofrecer unos datos abundantes, actualizados y fiables sobre ellas.

En paralelo, debemos conseguir también más información sobre el tamaño y la profundidad de los océanos y crear unos indicadores que nos permitan evaluar las relaciones entre el cambio climático y otros factores de la economía azul.

Esta nueva cascada de transparencia, datos, información y nuevas métricas debería servir, según el informe de Deutsche Bank, para que los reguladores puedan garantizar que las nuevas actividades económicas de la economía azul generen un impacto neto positivo. Es decir, toda nueva actividad tendría que ofrecer unos beneficios públicos que sean, por lo menos, iguales a los de actividades prestadas libremente sin un precio como, por ejemplo, un proyecto que eleve el perfil de una zona para el turismo costero.

La incipiente economía azul ha dado ya pasos importantes en todo el planeta. En África, las Seychelles han emitido el primer bono azul y 38 países costeros africanos y seis islas con industrias marítimas, cuyo valor estimado asciende a un billón de dólares anuales, están coordinando sus esfuerzos en sostenibilidad oceánica. Mientras tanto, China ha lanzado su Plan de Desarrollo de Zona Económica Azul y Silicon Valley Azul, los países mediterráneos han desplegado iniciativas de protección de los entornos marinos y costeros de la región y Noruega cuenta con planes de gestión integrados para las áreas bañadas por el mar.

Y todo esto solo es el principio. Cuando contemos con mejor información sobre los océanos y se negocien acuerdos multilaterales, los proyectos se multiplicarán y podrán utilizarse productos financieros de inversión para que millones de personas que dependen del mar -y la humanidad en su conjunto- puedan beneficiarse de una gestión de los océanos cada vez más justa y sostenible. No hay tiempo que perder.

La información suministrada en este documento está basada en criterios objetivos e información fiable, pero no constituye oferta, ni solicitud para comprar o vender el producto ni en coaccionar en la toma de decisión. Se trata de un artículo de opinión basado en información publicada en otros soportes.

Fuentes:
1https://www.worldbank.org/en/news/infographic/2017/06/06/blue-economy 
2https://wwf.panda.org/?245010/REPORT-Reviving-the-Ocean-Economy-The-case-for-action---2015 
3https://oceanservice.noaa.gov/facts/ocean-oxygen.html 
4https://www.oceanpanel.org/sites/default/files/2019-12/expected-impacts-climate-change-on-the-ocean-economy.pdf


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