07 de septiembre de 2023 // Inversión & Mercados
Dar por sentenciada la globalización sería exagerar, afirma un informe reciente de Deutsche Bank , pero eso no quiere decir que no se enfrente a graves desafíos.
La mundialización lleva quince años capeando un durísimo temporal. Para empezar, la demoledora crisis financiera que se internacionalizó en 2008 y se extendió poco después al resto de la economía global puso en cuestión sus pilares y sus beneficios.
Más adelante, la recuperación, que no fue ni mucho menos fulgurante, tropezó con la confrontación comercial entre dos grandes superpotencias (China y Estados Unidos) y el ascenso del populismo y el nacionalismo económicos.
Como colofón, aquello vino sucedido por una crisis sanitaria internacional encarnada por la pandemia, la invasión rusa de Ucrania y una inflación con muy pocos precedentes, que ha empobrecido significativamente a la clase media.
Quizá como respuesta, desde noviembre de 2008, se han aprobado, según las estadísticas de Global Alert, más de 8.000 medidas en todo el mundo que, casi con toda seguridad, se pusieron al servicio de la discriminación comercial.
La mayoría de ellas fueron o bien subsidios a la producción nacional o incentivos a las exportaciones. Los cinco países que más normas dañinas para el comercio internacional han aprobado son Estados Unidos, India, Italia, Alemania y Reino Unido, mientras que los sectores que más las sufrieron fueron el hierro y el acero, los cereales o los productos químicos básicos.
Algunas de estas medidas, y las difíciles circunstancias de los últimos 15 años, han parado en seco, según las cifras del Banco Mundial, el crecimiento del comercio como porcentaje del PIB global, que tocó techo en 2008 con un 61% y no ha vuelto a alcanzar el 60% desde 2011. También ha podido influir que el desigual reparto de los frutos de la globalización haya reducido el apetito de la población por una integración comercial cada vez mayor.
A pesar de todo eso, y como advierte el informe de Deutsche Bank, también hay que recordar que la globalización depende, en gran medida, del marco institucional multilateral de la Organización Mundial del Comercio y que ese marco institucional sigue sólidamente en vigor, aunque se enfrente a desafíos tan cruciales como:
Además, cuando se mira la mundialización con la perspectiva de las últimas cinco décadas, la realidad es que tanto el comercio internacional como el PIB mundial sobre el que se calcula son muchísimo mayores que entonces.
El comercio se ha incrementado en veinte puntos porcentuales sobre el PIB desde 1989 y lleva sin bajar del 50% del PIB mundial desde 2002. Mientras tanto, el PIB mundial ha triplicado prácticamente su volumen hasta rebasar los 100 billones en dólares constantes solo en lo llevamos de siglo.
En definitiva, es verdad que la mundialización se enfrenta a unos obstáculos considerables después de 15 años complejos en los que se han multiplicado las medidas proteccionistas y el crecimiento del comercio mundial como porcentaje del PIB parece haberse frenado. Sin embargo, como recuerda un informe reciente de Deutsche Bank, también es cierto que sigue en pie el marco institucional que garantiza la integración comercial y que también hay indicadores positivos. La globalización está en apuros pero es pronto, demasiado pronto, para darla por amortizada.
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