12 de Diciembre de 2020 // ESG
Nuestra principal esperanza de cara al 2021 es que podamos dejar atrás la pandemia del coronavirus. La distribución de las vacunas podría convertir esta esperanza en una realidad. Sin embargo, el debate respecto a la respuesta política a esta pandemia y a sus consecuencias sociales y económicas se prolongará posiblemente durante algunos años. Comprender el porqué de las grandes crisis lleva su tiempo. Sin ir más lejos, hoy, nueve décadas después, los economistas académicos siguen debatiendo la gestión y consecuencias de la Gran Depresión.
Dicho esto, a medida que avanzamos hacia el 2021, no podemos esperar a contar con un análisis completo, sino que necesitamos un primer marco que nos permita empezar a considerar cuáles serán las consecuencias del coronavirus desde un punto de vista económico, social y de inversiones.
Para ello, hemos partido de cuatro diferentes perspectivas sobre lo que ha supuesto esta crisis. Así pues, abordaremos este tema desde la perspectiva de las personas, las empresas, la política económica y el nuevo orden mundial. Las consecuencias políticas, económicas y de inversión de la pandemia parecen muy distintas cuando se analizan desde cada una de estas cuatro perspectivas. Nuestra prioridad inmediata no es únicamente identificar las consecuencias, sino valorar su grado de reversibilidad de cara al 2021. (Por ejemplo, ¿volverán los trabajadores cualificados a sus oficinas?)
Sin embargo, si bien es importante tener una visión a corto plazo de la recuperación, debemos hacer asimismo una lectura de la pandemia y sus consecuencias a más largo plazo, teniendo en mente un horizonte más amplio. Además de generar nuevos problemas, la pandemia también ha acelerado o exacerbado muchas tendencias económicas y de inversión preexistentes. Y en estas tendencias se reafirman las «4Ds» siguientes: divergencia de ingresos, o lo que es lo mismo progreso económico de unas economías frente a otras; la digitalización y sus efectos en la forma de actuar y funcionar de las personas, empresas y gobiernos; la demografía, dado que los cambios preexistentes a largo plazo en la distribución de la población están cambiando las prioridades económicas y políticas; la deuda - tanto pública (a medida que aumenta el déficit fiscal gubernamental) como privada.
Considerar el coronavirus en un contexto a largo plazo tiene dos implicaciones importantes en materia de inversión.
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