16 de septiembre de 2021 // ESG

Movilidad inteligente


Los principales factores que impulsan el cambio de vehículos de combustión por eléctricos en este momento son los regulatorios. Desde el acuerdo de París, muchos países han implementado políticas para llegar a tener un saldo de emisiones cero antes de 2050. Subsidios, mejora de las infraestructuras de carga, ayudas a la compra o anuncios de prohibiciones de combustibles fósiles están presentes en multitud de países tanto desarrollados como emergentes.

La concienciación pública también es otro factor importante. La generación millennial, ya en su madurez, ha mostrado una preocupación por el medio ambiente que antes apenas existía.

Según la OMS, 9 de cada 10 habitantes del planeta respira aire polucionado y 7 millones mueren al año por ello. Aunque no todo ello es debido a los automóviles la incidencia en las ciudades es alarmante y su reducción evitaría muchos problemas de salud.

Pero el factor determinante en los próximos años será el económico. Los coches eléctricos son más caros porque las baterías todavía son más caras que los motores de combustión pero eso cambiará antes de 2025 con lo que el precio será un factor determinante para elegir el vehículo eléctrico sobre el tradicional.

En los últimos diez años, el coste de las baterías que impulsan un vehículo eléctrico (VE) ha caído casi un 90% y la tendencia sigue siendo la misma. Volkswagen, en su última presentación, anunció que el próximo año sus baterías para VE serán más baratas de fabricar que los motores de combustión interna. Los fabricantes de baterías y automóviles invierten miles de millones al año en desarrollar modelos más eficientes y baratos. Además la simplicidad del diseño de los VE ya ha hecho descender los costes de fabricación. Un VE tiene un 90% menos de partes móviles que uno tradicional lo que incide directamente en las cadenas de fabricación y en el mantenimiento de los mismos.

En algunos mercados como el estadounidense o el alemán, el precio de la electricidad es caro pero esperamos que la revolución de las energías renovables reduzca considerablemente el precio en los próximos años.

Además hay otro factor importante. Con los últimos avances tecnológicos, las baterías de un VE tienen la capacidad de ser el proveedor de energía de una casa familiar media con lo que en lugar de ser una fuente de coste serán en un futuro muy próximo una fuente de ahorro. Y en un futuro algo más lejano, esa energía se podrá vender a terceros convirtiendo a los VE en una fuente de ingresos.

Los mayores impactos de la movilidad inteligente entendiéndola como la conectividad entre el vehículo y sus diferentes entornos, el impacto será casi inimaginable.

·El más cercano, la seguridad en el transporte. Los sistemas de reconocimiento de peatones y otros vehículos y de autofrenado ya están en una fase cercana a su implementación. Con ellos se evitarán millones de atropellos y accidentes.

·La conexión entre el vehículo y las infraestructuras o la nube permitirá mejorar el tráfico, por ejemplo informando de rutas menos congestionadas y de plazas de aparcamiento. Según la OMS en EEUU, los atascos les costaron a las empresas 87.000 mn.$ y cada conductor perdió 97 horas al año en ellos.

·La entrega de paquetería. Cada año, empresas como UPS, Fedex, Uber o Amazon ponen más vehículos eléctricos en la calle y cada vez avanzan más en soluciones autónomas como drones o robocoches para llegar a sus clientes.

Pero ¿cómo podemos invertir en movilidad inteligente? Lo podemos hacer mediante inversiones directas en acciones o mediante fondos. En la inversión directa hay diferentes segmentos dentro de la movilidad inteligente.

·Los fabricantes de coches.

·Las empresas de infraestructuras que engloban las estaciones de carga o los especialistas en redes eléctricas.

·Los fabricantes de componentes para VE como baterías, trenes de potencia o interiores.

·Las empresas tecnológicas centradas en la conectividad o la inteligencia artificial para avanzar en la conducción autónoma.

Los principales riesgos para la implantación de los coches eléctricos y de autónomos son regulatorios. Los retrasos en la aprobación de iniciativas ligadas a la conducción autónoma pueden disminuir el ritmo de investigación en los mismos. Cualquier moratoria en la entrada en vigor de las medidas pro eléctricas también incidiría en la implantación de los mismos.

Además, el uso de metales tóxicos como el litio o el cobalto conllevan mucha controversia tanto por su escasez, como por su inestimado impacto medioambiental o por el posible uso de mano de obra infracompensada para su extracción.

También tenemos que tener en cuenta que mucha gente tiene miedo a tener en su casa un vehículo con componentes de alto voltaje, capaz de asestar descargas fatales y también con la capacidad de almacenar energía con el consiguiente potencial de causar explosiones o fuegos incluso con el vehículo apagado.

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